viernes, 3 de julio de 2015

A un mes de #NiUnaMenos

"¡Nos están matando!" fue el emergente de una situación de violencia generalizada hacia las mujeres y también hacia quienes se autoperciben como mujeres.
La marcha o convocatoria del 3 de Junio pasado fue multitudinaria, contundente por la cantidad de ciudades en las que se replicó y muy variada. Todo enmarcado en el respeto por la diversidad de posturas y en la no violencia.

Fue la primera vez que feminismo no fue mala palabra para el común de la gente, que el patriarcado fue visto en general como un problema de la construcción social, que se entendió y se discutió hasta el cansancio la importancia de que exista la palabra femicidio. Y la importancia de que, en algún momento, deje de existir.
Las discusiones instaladas en las redes sociales y el lugares de trabajo, en la calle y en las casas, fueron muy nutritivas y necesarias. 

Por supuesto hubo voces que se alzaron en contra. "No a la violencia en todas sus formas, yo no adhiero a la marcha". Y ahí, pedagógicamente, salíamos a explicar que no es lo mismo combatir el dengue que "todas las enfermedades". 
Argumentos que, de tan simples, fueron irrebatibles. 
"¿Vos entendés que nos están matando? Que nos pasa a todas, que todas somos blancos posibles, que no hay como cuidarse de esto?"
Silencio. Muchos entendieron. Muchas, afortunadas que no vivieron episodios de violencia de género en su vida, también supieron el significado de la palabra sororidad. Y bueno, también muchxs otrxs, eligieron seguir viviendo en su nube de pedos, esconder la cabeza y hacer como que nada pasara.

¿Y ahora qué? Porque nos siguen matando, ¿eh?

Ahora a seguirla peleando como siempre, muchachxs, porque esta lucha no nació ni en junio ni en mayo, sino que se fue gestando con años y años y años de terca militancia feminista. Pero ¿saben que? Ya las feministas no somos las locas ridículas, sino que, de repente, se puede conversar con nosotras, con nosotros, con nosotrxs. Porque, además, se nos suman compañerxs.
La bandera de mi querido Liceo y la Catedral de fondo


Muchos dijeron que #NiUnaMenos fue un fracaso, que nada cambió desde entonces. Se nota que no tienen la paciencia acumulada para que de a poquiiiiiiiiiiiiiiiiito las estructuras que nos aplastan vayan cambiando. Y permítanme discrepar con lo del "fracaso". Claramente sus efectos se expanden como una ola de una bomba.

En primer lugar, ahora se habla de legalizar el aborto, e incluso se hizo un protocolo de abortos no punibles. Que este gobierno coquetee con la iglesia, no quiere decir que la discusión no esté abierta y candente y que cada vez es más grande la porción de la sociedad que entiende que el aborto legal no va a producir más abortos, sino menos muertes de mujeres por abortos clandestinos.

En segundo lugar, yo al menos percibo un mecanismo de alerta encendido, la gente es mucho mas sensible a situaciones de violencia que antes eran pasadas por alto, o consideradas ajenas porque estaban dentro del seno familiar (y de dominio masculino). Se forman redes para contener, alertar, avisar, aún entre desconocidas, que simplemente están ahí porque quieren que no haya Ni Una Menos. Y el poder político se ve interpelado por estos mecanismos espontáneos, y se le demanda que se ponga a la altura.

En tercer lugar, aparecen temas anexos a la violencia extrema, que son sus generadores y los cuales hay que erradicar para que no se llegue al femicidio: el acoso callejero y el derecho de las mujeres a caminar tranquilas por la calle sin temor a ser juzgadas por su vestimenta, manoseadas o insultadas; el consentimiento explícito ante una relación sexual como condición necesaria para tenerla, y como una prolongación de la cortesía normal entre dos personas; el respeto y no solo la "tolerancia" a la diversidad de formatos en que venimos los seres humanos; y hasta cosas que parecen inocentes como los juguetes divididos por sexos, como un mandato que recibimos desde chiquitxs a "ser lo que se espera de nosotrxs".

Los roles, los miedos

Son muchas las cosas que están cambiando.
Pero, por momentos, recrudece la violencia. Siguen apareciendo casos de mujeres muertas, golpeadas, violadas, encarceladas en sus propias casas...
¿Por qué?
Yo elijo pensar que es el patriarcado que se está muriendo. Son estertores de moribundo. Ojo... el moribundo aún puede tardar décadas en morir, tampoco soy una ilusa. El viejo hombre reaccionando, dando piñas alrededor por desesperación. Y con "viejos" me refiero a retrógrados, con pensamientos cavernarios, no a gente mayor de edad. Gente, hombres, mujeres, que aún creen en la heterosexualidad como norma y en los estereotipos como único modo de vivir.

Las mujeres estamos cambiando desde hace décadas. No solamente seguimos criando hijxs, amamos, nos seguimos casando, sino que salimos de las casas, trabajamos afuera, tenemos una voz que se escucha bajita pero empieza a escucharse, en asuntos públicos. Y muchas cosas más. Hemos cuestionado nuestro rol impuesto y luchamos por estar donde queremos estar, y por liderar cuando hace falta. Y en ese cuestionamiento, lentamente y con paciencia, empezamos a deconstruir los estereotipos de género. Es mi deseo que todo el espectro de género pueda vivir en paz con lo que elija para su vida.

Y vuelvo a una reflexión que hice antes en este blog: ustedes, muchachos, sí, sí, ustedes, HOMBRES, ¿qué piensan hacer de su vida?

Entiendo que tengan miedo. Que sientan que "se les viene el agua" porque deben dejar un espacio de poder. Pero ¿saben qué? no "pierden" un espacio de poder, sino que lo comparten con nosotras, con otrxs humanos... ¿Y no está bueno descansar un poco de tanto mandato para ustedes? De la imagen del proveedor infalible, del arreglatutti de la casa, del "fuerte" que jamás llora?
Ya no necesitamos que nos rescaten de la torre ni nos lleven a la grupa del corcel blanco. Es lindo jugar a las princesas, pero la realeza sin servidumbre no existe.
Necesitamos más compañerismo, más consenso en las tareas que se reparten, más comprensión y más risa juntxs. 
Y en esa comprensión, que entiendan que necesitamos a toda esa porción masculina de población, que no queremos estar solas en el mundo, y que para eso necesitamos que surjan, también, nuevas masculinidades.
Masculinidades que no violen, y que no desprecien y presionen al que no quiere violar. Que use la palabra y el razonamiento en lugar del grito y el golpe. Que sepan escuchar sus propios sentimientos y no negarlos y enterrarlos como si fueran cosas peligrosas. Niños que jueguen con muñecas y se vistan, de vez en cuando, de rosa, para que cuando sean grandes no se sientan perdidos ante un pañal sucio. 

Tomo prestada una frase que leí recién:
Muchachos, imaginen que tienen una hija. Imaginen que su hija está saliendo con alguien como ustedes. ¿Sonreirían? Entonces, cambien su manera de ser.

No los necesitamos para protegernos, entiendan eso. Porque si necesitamos protección es porque hay algo que está muy mal, y que surge, precisamente, de la violencia hacia nosotras. Una trampa de la que queremos salir: ustedes nos protegen de la violencia del patriarcado. ¿Y si deconstruimos el patriarcado juntos? Y si en lugar de protegernos, nos acompañamos unos a otras, en nuestros sueños?

No tengo miedo de parecer inocente. No tengo miedo de que se rían de estas ideas. Estas ideas son lo que se está viniendo, ya es una realidad que avanza. Es imposible que evolucionemos como humanos si no hacemos este cambio social.
De lo único que tengo miedo es de que este cambio sea tan lento que mi hija no llegue a verlo. 
El desafío de los nuevos géneros está abierto.

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